Por: Vanessa Gómez
Atmósfera de emoción, entusiasmo y energía era lo que se percibía tras vestidores antes de dar inicio a una breve pero encantadora presentación de las alumnas de la Escuela Giselle, donde se imparten clases de ballet, jazz, flamenco y danza árabe.
“Mamá ajusta bien mi moño, no quiero que se suelte en medio del baile”, reclamaba Daniela Morán, una de las bailarinas que esperaba con nerviosismo la hora en que el telón se levante. Mientras, su madre acomodaba el largo y tenue vestido de la niña.
Al compás de un alegre ritmo comenzó la presentación de un tango español, según explicó Juliana Mendoza, maestra del grupo de baile. Los asistentes observaban con admiración la sincronía de las quince alumnas que, pese a ser un grupo de principiantes, demostraron su gran habilidad en el baile.
La siguiente muestra fue de flamenco, las siete bailarinas que desarrollaron la coreografía cautivaron a todo el salón con el espléndido sonido que producían al golpear el piso con pasos rápidos y elegantes, además sus palmas acompañaban cada una de las notas musicales.
Se podía observar en cada rostro de los padres el orgullo que sentían al ver el desenvolvimiento natural y delicado de sus hijas, quienes coqueteaban al público con sus tiernas y pícaras sonrisas mientras deslizaban sus cuerpos por todo el escenario.
Para finalizar, tres pequeñas bailarinas acapararon las miradas de todos los espectadores una vez que iniciaron el movimiento de sus caderas de un lado hacia el otro, al mismo tiempo que sus brazos lograban balancearse con movimientos casi indescriptibles. El ritmo y el entusiasmo que desplegaban lograron contagiar al público que empezó a acompañar con sus palmas cada quiebre de cadera.
De este modo, las pequeñas se deshicieron de los nervios y dejaron el pánico escénico de lado para aprisionar la atención de los asistentes y asombrarlos con su extraordinaria habilidad para compaginar la memorización de cada paso y marcar un ritmo en los mismos.
Al concluir la presentación, el público inundó el salón con aplausos y silbidos para celebrar y dar por sentado el gran éxito que tuvo esta pequeña muestra que derrochó talento y entrega por parte de las alumnas.
Aunque la Escuela de Ballet Giselle no forma parte del Ballet Ecuatoriano de Cámara, éste prestó sus instalaciones para que las alumnas de esta escuela puedan difundir el arte que están aprendiendo y, de este modo, ampliar cada vez más el espacio que se le ha designado a la cultura en el país.
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