Niñas, niños, jóvenes y adultos acoplan a su vida una disciplina llena de colores, movimientos, sonidos, expresiones, y equilibrios, para tomar conciencia de los mecanismos internos y externos que inciden en su persona.
La danza, desde el inicio de los tiempos, es considerada como una terapia de la mente. Su función terapéutica parte del control de emociones y conflictos, al ser un método de liberación de la conciencia ante situaciones de sobrecarga emocional.
Para Marcela Villalobos, Psicóloga, “Lo importante es lograr la armonía de la conciencia porque la sobrecarga emocional pude producirse no sólo por la acumulación de estímulos negativos sino también por alegrías extremas”.
Esto que parece obvio se torna complejo en una sociedad competitiva y llena de estímulos que llevan al ser humano a situaciones límite. La suma de pequeñas provocaciones de la vida diaria tienden a provocar desórdenes que pueden derivar en la angustia y la depresión.
El baile, como disciplina, tiende a ordenar la motricidad, exigiendo un control del propio sujeto, mediante el dominio del equilibrio y precisión de su cuerpo.
“Con los movimientos de la danza árabe puedo remarcar mi feminidad, desestrezarme, lograr armonía conmigo misma y con los demás” explicó Sandra Burgos, quien a sus 32 años, decidió optar por esta práctica.
Algo fundamental en la “danzaterapia” es que, quien lo practica, puede llegar a “ser consciente de” sentir y dominar su cuerpo, su mente, su salud y sus sentimientos. Marcela afirma que “No es suficiente con la descarga física, sino también es importante encontrar el “porqué” y “para qué” se ejecuta el ejercicio.
Pablo Acosta, bailarín argentino, es quien se encarga de “Educar a través del movimiento”, pues considera que su trabajo es el de “capacitar al individuo para ser consecuente de sus expresiones, del peso repartido en su estética, de las diferentes posiciones o tensiones que genera su cuerpo, de su tono enérgico y su desenvolvimiento escénico”.
Acosta explica que “Todos los componentes dancísticos trabajan directamente sobre las emociones, aprendiendo a dominarlas”.
Así, el baile posibilita un entrenamiento sobre la posición del propio individuo en el suelo que pisa. Aquella delicadeza de los movimientos, el ambiente, la música y el silencio crean un espacio propicio para la tratar el espíritu, tanto para quienes lo bailan y sienten, como para el público que admira este arte.
Klever Viera, Coreógrafo del Ballet Contemporáneo de Cámara asegura que el baile no conoce límites ni aparta a las personas. “El baile armoniza la conciencia, es una manera de encontrar una mejor interrelación con el ambiente, de respondernos unos a otros porque está presente en cualquier manifestación humana, es para todos” reconoce.
Así la danza se convierte no solo en una actividad recomendable para los profesionales, al contrario, se trata de una habilidad aconsejable para todos los gustos, edades, y personalidades; para todos aquellos que desean conocerse a sí mismos, llegando de ese modo a “Adentrarse en una pasión que nos dirige a todos al mismo espacio, donde la humanidad desempaca su belleza, su equilibrio y sus sueños”, como menciona Rubén Guarderas, Fundador del Ballet Ecuatoriano de Cámara.
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