Un nuevo "Amanecer"

Un nuevo "Amanecer"
Foto: Cortesía Ballet Ecuatoriano de Cámara.

martes, 6 de julio de 2010

Colgar las zapatillas para dedicarse a un nuevo rol: ser mamá.

Por: María José Larrea
Conocemos sus pasos, técnicas, repasos, presentaciones, e incluso los detalles de sus preparativos tras el telón.
Todo cuanto se refiere a su talento profesional, pero ¿por qué no se ha profundizado la vida personal de las bailarinas?
Si bien la preparación de quienes deciden ser unas expertas de la danza, exige excelente disciplina, concentración y técnica.
Lo que muchas veces se desconoce es que, esos seres espigados, aparentemente frágiles, de cutis de porcelana y cuello de cisne, esconden, tras de sí, un gran historial de trabajo duro, constancia y sacrificios que no les permiten llevar una vida común.
Mantener una buena relación con su mundo cotidiano se torna una constante dificultad, pues las bailarinas descuidan su vida privada, por la danza.
Tomando en cuenta que, la carrera es breve, el éxito difícil, las frustraciones numerosas, y el medio cruel, se ha disimulado–entre comillas- la irremplazable idea de no tener hijos mientras ejercen su carrera. “Las bailarinas tenemos que pensar más en nuestro físico actual y como eso va a cambiar con un embarazo a futuro. Uno tiene que decidirlo bien antes de lanzarse a ser mamá” afirmó la bailarina Liana Zúñiga, quien a sus 28 años tiene bien claro que el hecho de tener hijos implicaría retirarse de la danza durante algunos años, hasta recuperarse para volver a bailar.

Las condiciones artísticas y físicas extremas predominan durante años de preparación. El estado físico, la talla, la concentración y la disciplina necesaria definen su profesionalidad. Por eso es que, pensar en no ser madres se convierte en una “obligación¨
La maestra y coreógrafa Vanessa Lozano, durante los 20 años de su carrera profesional, aplazó la idea de formar una familia. “Le di largas a la maternidad y a otras cosas personales por mi carrera, porque eso era lo central” afirmó.

A pesar de que Vanessa sentía despierto su lado materno, continuaba sintiéndose comprometida con su profesión.

Siempre mantuvo un entrenamiento cotidiano intensivo y un régimen de vida muy severo que no le permitían decidirse a tener su primer hijo.

Cumplió sus 32 años y finalmente resolvió colgar las zapatillas de punta para dedicarse a un nuevo rol: ser mamá.

“He tomado un tiempo de pausa por una prioridad de vida, era para mí importante, quería tener un hijo y bueno afortunadamente llegó” dijo.

Por ahora, el cien por ciento de su tiempo y de la energía que Vanessa disponía para la danza, hoy lo dedica a su bebé, pues espera asumir esta nueva etapa con la mayor responsabilidad, sin que involucre un descuido de su carrera.

“Espero llevar las dos cosas de la mejor manera: poder brindarle la atención que él necesita y seguir trabajando en el mejor nivel posible dentro de mi profesión porque es lo que siempre me propuse” afirma.

De esta manera, Vanessa rompe las reglas y demuestra que las bailarinas si pueden tener hijos aunque les cueste asumir que un trabajo muy duro les espera si es que quieren volver a bailar.

“Mis planes son volver a bailar, ahora pues tengo un mes, pero para después tengo que empezar a reentrenar para seguir reincorporándome al Ballet Ecuatoriano de Cámara”, asegura.

Lo que Vanessa tiene muy presente es que para su regreso como bailarina deberá sentir que su cuerpo alcanza su máxima expresión: las manos deberán hablar por si solas, sus piernas y brazos deberán ser lo suficientemente flexibles para que sus desplazamientos parezcan tan sutiles y ligeros como el aire.

Y para esto, su forma física debe estar en perfecto estado. Debe regresar a las medidas adecuadas. Deben mantenerse espigaditas, de brazos, piernas y cuellos largos. Con buen empeine, flexibles, abiertas y, por supuesto, con la espalda derecha. De lo contrario, si retorna con un peso mayor, le estaría poniendo una cruz a su carrera.

Uno de los famosos casos dentro del Ballet Ecuatoriano de Cámara, es el de Julia Vidal, de 32 años, quien fue una de las bailarinas que más rápido se repuso después de su embarazo.

Julia después de nueve meses de tener a su hija “Amalia”, continúa danzando como bailarina principal de cada obra. Su buen nivel físico, técnico y psicológico demuestran que “se puede ser mamá bailando, aunque se requieran de muchos sacrificios”.

“Si es difícil reponerse, pero eso depende del organismo de cada cual. En mi caso, yo no tuve necesidad de hacer dieta. Me reincorporé con un trabajo leve, poco a poco empecé a ensayar porque con el peso que uno se entra – prácticamente gorda- si te pones mucha carga de trabajo te vas a lastimar, pero después por el mismo ejercicio ya vas adelgazándote y recuperándote, más que todo, en fuerza física”, dice.

Julia, como madre y como bailarina, reconoce que “ambos trabajos son muy sacrificados”. Sin descartar por supuesto la felicidad que irradia Amalia en su vida.

“Lo duro es el compromiso del trabajo, y el del bebé. Ya no eres solo tú, hay otra personita en quien hay que pensar. Tener un hijo es bonito, trabajoso, estresante, pero sobre todo es gratificante, le da un sentido de madurez a tu vida” afirma.

Vanessa y Julia son dos ejemplos de una revolución no reconocida de bailarinas con hijos. Y al parecer, todo se resume a una necesidad innata; su naturaleza les reclama ser madres por el simple hecho de ser mujeres.

“Ser madre es algo muy individual y no tiene que ser una etapa obligatoria, independientemente de ser bailarinas o no, realmente la mujer debe sentir esa necesidad porque es algo muy interno que te sucede” afirma Vanessa.

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